segunda-feira, 8 de julho de 2013

MALLARMÉ*


Jacques Derrida
Traducción de Francisco Torres Monreal. en «Antología», Anthropos, Revista de documentación Científica de la Cultura (Barcelona), Suplementos, 13 (1989), pp. 59-69. Edición digital de
Derrida en castellano.
Ahora bien, cualquier texto de Mallarmé está organizado de modo que en sus puntos más fuertes el sentido permanezca indecidible; a partir de ahí. el significante no se deja penetrar, perdura, resiste, existe y se hace notar. El trabajo de la escritura ha dejado de ser un éter transparente. Apela a nuestra memoria, nos obliga, al no poder rebasarlo con un simple gesto en dirección de lo que «quiere decir», a quedarnos bruscamente paralizados ante él o a trabajar con él. Podríamos tomar prestada la fórmula de este permanente aviso de aquel pasaje de les Mots anglais: Lector esto tienes ante tu mirada, un escrito...
Lo que suspende nuestra decisión no es la riqueza de sentidos, los recursos inagotables de una palabra, sino cierto juego de la sintaxis (soy profunda y escrupulosamente sintáctico). La palabra hymen está inscrita en un lugar tan definido, en Minique, que nos es imposible decidir si se refiere a la consumación del matrimonio o a la membrana de la virginidad. La sintaxis de una breve palabra como or está a veces calculada para no permitirnos decidir si se trata del nombre (substancia metálica, oro), de la conjunción lógica (ahora bien), o del adverbio de tiempo (ahora). Ya habíamos advertido otros juegos como éste: continue puede tener valor, en el mismo enunciado, de verbo (continúa) y de adjetivo (continua) a un tiempo:

Mais seas or soupirer que cette vive nue
L’ignition du feu toujours intérieur
Originellement la seule continue
Dans le joyau de l'oeil véridique et rieur.


[Mas sin oro suspirar que esta viva nube / la ignición del fuego siempre interior / originariamente la única contin(u/ú)a / en la joya del ojo verídico y reidor.]
En otro lugar, offre funciona como verbo y/o nombre (ofrece/ofrecimiento); parjure como verbo y/o nombre y/o adjetivo (perjura/perjuro-a). La marea y/o, que no recarga fortuitamente tantos textos teóricos actuales, pone su sello a los efectos más singulares de la escritura mallarmeana.
Por ello mismo, esta crisis no pertenece al simbolismo, ni este texto a su época. La indecibilidad no se debe aquí a una multiplicidad de sentidos, a una riqueza metafórica, a un sistema de correspondencias. Algo se produce, demás o de menos, como se quiera, el punto saliente de determinada advertencia en cualquier caso, que impide que la polisemia posea su horizonte: la unidad, la totalidad, la confluencia del sentido. Por ejemplo: el signo blanc (blanco), con cuanto se le viene progresivamente asociando, constituye un inmenso arsenal de sentido (nieve, frío, muerte, mármol, etc.; cisne, ala, abanico, etc.; virginidad, pureza, himen, etc.; página, tela, vela, gasa, leche, semen, vía láctea, estrella, etc.). Como por imantación semántica atraviesa todo el texto de Mallarmé. Y, no obstante, lo blanco marca también, por mediación de la página blanca, el lugar de la escritura de esos blancos; y, ante todo, el espaciamiento entre las diferentes significaciones (la de blanco, entre otras), espaciamiento de la lectura. Los «blancos», en efecto, asumen su importancia. El blanco del espaciamiento no tiene un sentido determinado, no pertenece simplemente a la plurivalencia de los demás blancos. Por encima o por debajo de la serie polisémica, pérdida o incremento de sentido, repliegan el texto sobre sí mismo, indican a cada momento su lugar (en el que nada habrá tenido más lugar... que el lugar), la condición, el trabajo, el ritmo. No se podrá decidir nunca si blanco significa algo o sólo, y por añadidura, el espacio de la escritura, la página que se repliega sobre sí misma. El uso tan frecuente del término pli (pliegue), su serie pliagle, ploiment, repli, reploiment, etc. (plisado, plegado, repliegue...) produce los mismos efectos.
Aristóteles, que en su Poética y en su Retórica inauguró el elogio tradicional de la metáfora (en tanto que enuncia y nos da a conocer lo mismo o lo parecido) decía igualmente que no significa nada lo que no significa una sola cosa. El texto de Mallarmé no sólo infringe esta regla sino que deshace la falsa transgresión, la inversión simétrica, la polisemia que continúa señalando hacia la ley.
¿Se trata aquí, como a menudo se ha dicho, del poder de la palabra, de la alquimia del verbo? El nombre, el acto de la nominación, ¿no alcanza aquí su más grande eficacia, la que le han reconocido, de Aristóteles a Hegel, la poética, la retórica y la filosofía? ¿No ha convertido Mallarmé en tema propio este poder idealizador de la palabra que hace desaparecer la existencia de la Cosa por la simple declaración de su nombre? Releamos una vez más:
Digo: ¡una flor! y, salvado el olvido al que mi voz relega algún contorno, en cuanto que algo distinto de los cálices conocidos***, se alza musical, idea misma y suave, la ausente de todos los floreros.
Producción y aniquilamiento de la cosa por el nombre; y, ante todo, creación, por el verso o por el juego de la rima, del nombre mismo.

El verso que de varios vocablos rehace una palabra total, nueva. extraña a la lengua y como encantadora, acaba con este aislamiento de la palabra...
Y, no obstante, trabajando sobre la unidad de la palabra, sobre la sosegada armonía de un vocablo y de un sentido, Mallarmé ha liberado también, por desintegración, su energía. La palabra no es ya para él el elemento dé, la lengua. Las consecuencias de todo ello son de largo alcance. Ante la imposibilidad de seguir aquí su rastro, nos limitaremos a algunos ejemplos.
Mallarmé era consciente de: que su «operación» de la palabra constituía también la disección de un muerto; de un cuerpo disociable cuyas partes podían servir en otro lugar.

La Palabra, emparentada con toda la naturaleza y. de este modo, relacionada con el organismo depositario de la vida, se presenta, en sus vocales y diptongos. como. una carne: y, en sus consonantes. como una osatura delicada ¡por disecar. Etc,. etc., etc. Si la vida se nutre de su propio pasado, o de una muerte continua, la Ciencia habrá de reconocer este hecho en el lenguaje...
Ya la identidad de palabras enteras se esfuma en un juego que; parece, no obstante, dejarlas intactas. Nos hallamos aquí entre el homónimo y el sinónimo: elle (ella) dice todas las ailes (alas),**** todos los pájaros, todas las bailarinas, todos los abanicos, ya se encuentren las dos palabras presentes en la rima

Car comme la mouette, aux flots qu’elle a rasés
Jette un écho joyeux, une plume de l'aile,
Elle donna partout un doux souvenir d'elle!


[Que como la gaviota, a las olas que ha rozado, / lanza un eco jovial, una pluma del ala. / ella dejó por doquier un dulce recuerdo de ella.]
o que una de las dos palabras, por sí sola, convoque in absentia la otra:

Une d’elles, avec un passé de ramages
Sur ma robe blanchie en l'ivoire fermé
Au ciel d’oiseaux...


[Una de ellas, con pasado de gorjeos / por su vestido blanqueado en el marfil cerrado / al cielo de pájaros...]
o incluso

Cuando se aísla por la mirada un signo de la dispersa belleza general, flor. ola, nubes, joya, etc., si, entre nosotros, el medio exclusivo de saberlo consiste en yuxtaponer su aspecto a nuestra desnudez espiritual a fin de que ella lo sienta análogo y se lo adapte en alguna exquisita confusión de ella con esta forma en vuelo alzada -sólo a través del rito, allí, enunciado de la Idea, acaso no surge la bailarina

 

 

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